lunes, 3 de abril de 2017

Donde habita la Esperanza

Yo te descubrí una tarde de Mayo, por un momento se hizo primavera y el olor a Azahar inundó mis recuerdos, Madrugada de Viernes Santo bajo el arco que abre la puerta del cielo, la de la Madre de Sevilla, de Esperanza llena y que siempre espera dentro de su basílica.

Pero, detenerse un momento, no vayáis tan rápido que muchas veces cegados por el destino, nos olvidamos de todo lo que hay por el camino. Observemos el atrio, lleno de niños que siempre jugando, se suben a las columnas y ya están vislumbrando, que viene de frente cruzando por el arco, ya están de vuelta los nazarenos morados, los que acompañan al Señor sentenciado, y esa guardia romana que viaja cada año entre Roma y Sevilla con sones de antaño.

Observen su misterio, sé que es difícil cuando Ella está tan cerca, pero cuando lo miras a los ojos es cuando cambia todo, cuando el macareno de verdad encuentra su sentido, ante el Señor de la Sentencia todo tiene respuesta. Y cuantas veces somos nosotros los que te sentenciamos cuando ante ti pasamos y ni siquiera te miramos, que nos lavamos las manos como hace Pilatos en tu trasera por el simple hecho de que ya le rezamos a Ella. Rezale a Él también, buscalo, lo encontraras, no va a fallarte, si está mirando para abajo deseando buscarte y cuando os mireis, encontraras la inocencia en su rostro y serás tu mismo el que quieras subirte y decirle a Pilatos: este hombre es el más justo de todos.

Y ahora sí, llega el momento, cuando hayas hablado con Él entonces abre las puertas del cielo, las que llevan a la madre de todos los macarenos, allí está Ella esperándote con esmero, con paciencia y mesura, con ese rostro tan bello, la perla de San Gil que cada Madrugada de nuevo, reparte esperanza por Sevilla para todo aquel que se siente enfermo. Ella, la que nunca se pierde, siempre está en el fondo del corazón, siempre encuentras el camino que llega al arco, ya queda poco Madre, para una nueva madrugada, para que tus bambalinas bailen al son de tu banda, que tus nazarenos de verde repartan esperanza y que tu rostro sea la mejor luz de la oscura madrugada, que nunca me falte tu imagen para poder mirarla aunque sea en un cuadro, un azulejo o una estampa. Madre que cuidas de Sevilla, la ciudad de tus entrañas, la que siempre tiene en su alma a su Esperanza, no nos faltes este día, esta madrugada, que venimos a buscarte en el arco de tu casa.

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