Sinceramente, es complicado escribir nuevamente sobre la
Vera-Cruz después de todo. Primero lo agradecido que estamos a la hermandad que
incluso ha incluido ese maravilloso texto en su anuario. ¿Cómo soy yo ahora
capaz de hablar de Vera-Cruz?
¿Cómo te hablo yo ahora de lo que se siente al ver el
mensaje de su cruz de guía? El escalofrío del cuerpo al leer ese mensaje: Toma
tu cruz y sígueme. Ese mensaje que defienden cada Lunes Santo los nazarenos de
esta corporación siguiendo esa cruz con el hábito nazareno con sumo silencio y
respeto.
¿Cómo te hablo yo ahora de Cristo crucificado? La sensación de
que el cielo se tiñe de luto ante la muerte del Señor, monte de lirios, cuatro
hachones y Él, no hace falta más. El silencio se apodera de la calle, el pueblo
solloza la muerte, nadie aparta su mirada del crucificado. Todo queda grabado
en el recuerdo mientras el paso sigue avanzando, motivando a los corazones a
seguirle, a tomar nuestras cruces y seguir tras Él.
¿Cómo te hablo yo ahora del lignum crucis? La esencia de
esta hermandad, la Vera Cruz, la sangre de Cristo derramada sobre el madero
verdadero, el que custodiado por nazarenos besa cada sevillano, sólo puedo
arrodillarme ante ti, Señor. Solo puedo rezar a tu Vera Cruz en la que
redimiste los pecados de todos nosotros.
¿Y cómo te explico yo lo que pasa cuando se acerca Ella?
Madre de las Tristezas, dulzura sevillana, sencilla y aniñada que avanza bajo
su palio, negro como la noche que sigue guardando luto. Paso firme y decidido,
la candeleria ya consumida y escasa que permite un encuentro aún más firme con su
mirada, Ella que a pesar de ser la que cierra el cortejo, es la primera que
carga con la cruz del dolor de la muerte y sigue tras su hijo año tras año en
la noche del Lunes Santo.
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