martes, 7 de febrero de 2017

Por San Julián, la Buena Muerte

   Hay nervios en San Julián, es Domingo de Ramos en Sevilla, y el barrio está volcado. Se acercan a la puerta ojival para ver ese "azul hiniesta" de los Nazarenos. Dentro de la iglesia se palpa los nervios y la responsabilidad de una Hermandad de 450 años.

   El barrio llora al verte en tu buena muerte, como lo hace María Magdalena, desconsolada, como una más del barrio. Suena la marcha, el misterio deja atrás a todo un barrio el cual no lo deja solo hasta que llega. Carrera oficial, y lo recoge para acompañarlo de nueva a su barrio.

  Y llega ella, que todo lo lleva, con su blancura , la dulzura de su rostro no puede faltar en Sevilla un Domingo de Ramos. Admiran esa mirada melancólica de un atardecer sevillano, esa mirada  que se me clava en el alma, e intento sin conseguirlo aliviar tu dolor, recorro la muralla, callejones  y en todos los lugares, encuentro a esas mujeres mayores de tu barrio que no te dejan sola, en todo tu caminar por Sevilla, las que por la mañana te visitan entre recado y recado para ver cómo estás, como la que va a ver una vecina más.

  Y la vuelta, esa vuelta por callejones que cuando pasa un di normal se queda pensando como es posible que un paso pueda pasar por ese lugar. Es uno de los milagros de la Semana Santa, ese milagro de que unos valientes, guiados por los Arizas, vayan muy poquito a poco por los rincones del barrio de San Julián, la gente en los balcones y la azoteas, los más atrevidos en los marcos de las puertas ven como sucede, muy despacito y con elegancia, pasa la buena muerte por sus callejones, y es buena muerte, porque muere en San Julián.

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