miércoles, 8 de febrero de 2017

Perdido en tus ojos, Candelaria

Entregarse al amor y a tu plegaria
Es igual que entregarse sin medida
Es regalarte un alma arrepentida
Y cobrar con tu luz indumentaria

Es lágrima sin pena y sin horario
Una luz vigorosa y solitaria
Una voz, un jardín, un escenario
Una madre de Dios, Mi Candelaria.

  Así pregonaba Carlos Herrera, su sentimiento hacia su Virgen, en el pregón de la Semana Santa 2001. Yo era pequeño, y me impacto esas palabras que jure que todo lo que el contó quería verlo, oírlo y sentirlo.

  Un día en San Nicolás, fui a perderme en los ojos de la Candelaria como dijo el pregonero. Esa dulzura de su rostro me embauco, y ya la imaginaba sobre sus palio, y en sus jardines. Me detuve ante ti, Señor de San Nicolás, para pedirte salud para los míos, ya que por esas fechas la necesitaban. Y que bueno fuiste conmigo que me la diste. Y desde entonces sueño con ser tu cirineo que te ayude a cargar con el peso de la Cruz.

  Y llega la noche a tu jardín, que parece arder con la luz de los cirios que portan hileras interminables de nazarenos blancos. Espero vuestra llegada, nervioso, pasa mi Nazareno a los sones de Tres Caídas, y veo a Dios mismo que aunque lleve túnica tallada veo el mismo movimiento que el de la brisa que acaricia los árboles de los jardines. Y se va por la oscuridad de aquel jardín buscando su barrio de San Nicolás.

  Y llega ella, la veo, la oigo, la huelo, la siento. Compruebo que lo que oí de boca de ese pregonero que me enseñó a quererte, es cierto, todo es cierto, y suena la marcha, no quiero que te vayas, y me voy contigo por tu costero mientras miro tu cara, ¡Dios mio como disfruto! Y en tu barrio veo la emoción de la gente, no soy el único que llora por que vuelves a casa, pero ya se donde vives ya se donde buscarte, y como aquel pregonero, fui a perderme en los ojos de la Candelaria.

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