lunes, 6 de febrero de 2017

A Dios por el Amor

Con la sonrisa de un niño amanece un nuevo Domingo de Ramos, mañana en la que Dios ha bajado de su altar de San Lorenzo para sentirse aún más cerca de sus fieles que se acercan a Él. Sevilla está engalanada, preparada, eso lo demuestra que la rampa está impaciente. Estoy seguro que sin haberlo dicho ya sabéis a qué rampa me refiero. La rampa de los sueños, en la que juegan los niños, esa rampa que se llena de una ilusión vestida de blanco, que nos traslada a nuestra infancia, a nuestra niñez, a cuando éramos nosotros los que subíamos la rampa con nuestra primera papeleta de sitio y de la mano de tu padre. Herencia que pervive hoy vestida de ruan negro y que procesionara de noche en busca del Amor.

Y llega el momento, la rampa empieza a crujir y se abren las puertas, sale a la calle la alegría, Cristo a lomos de una burra sale a Sevilla como en antaño entró en Jerusalén, arropado por el pueblo que lo aclama y lo recibe mientras suena Cristo del Amor. La expectación es máxima, la Campana está esperando y se acerca al palquillo para pronunciar la frase que todos esperamos escuchar durante el resto del año. Los asistentes se arriman al palquillo, los televisores y radios ponen al máximo el volumen y se escucha: A Dios por el Amor… El cuerpo se estremece con un gran escalofrío que termina en un suspiro que pronuncia: Ahora sí que esto está en marcha. Los niños comienzan a atravesar el corazón de la ciudad buscando la Santa Catedral, muchos de ellos en su primera Estación de Penitencia aún en sus carritos desconociendo qué sucede. Se aproxima el imponente misterio, al igual que fue recibido por el Salvador a su salida ahora es alabado por toda Sevilla mientras suenan los acordes de Sol. Desde la palmera, Zaqueo contempla la escena mientras ya se aleja el misterio que se adentra en Sierpes dando comienzo así, la semana más grande del año.

No hay comentarios:

Publicar un comentario